Mi nombre es Alistair Blake. Actualmente tengo diecinueve años. Lo que os voy a
contar ocurrió hace tiempo, cuando todavía iba al instituto.
Yo era el típico marginado social de la escuela. No os voy a engañar. Estaba
gordo, tenía granos, gafas y era un friki, lo cual no me ayudaba nada a mis catorce
años. Los chicos de mi clase se metían conmigo, las chicas pasaban de mí.
Vamos, era ‘afortunado’. Únicamente contaba con un amigo, Crish.
Mi época escolar fue desafortunada hasta que cumplí los dieciséis años. Sin
razón alguna crecí, desaparecieron los granos, adelgacé, mi cuerpo se fortaleció y mi
graduación bajó hasta tal punto que apenas tenía que ponerme las gafas. El color de
mi pelo también cambió, pasando de ser moreno a castaño, al igual que mis ojos que
también se aclararon volviéndose color miel.
Además parecía ser que gustaba a las chicas, y los demás chicos ya no tenían
motivos para meterse conmigo por mi aspecto.
Fue entonces cuando la conocí a ella. Mi primer amor. El flechazo fue
instantáneo. Estaba con sus amigas sentada en un rincón del patio durante el recreo. Me
acerqué y la saludé tímidamente.
—Hola, me llamo Alistair.
Ella me sonrió; tenía una sonrisa preciosa.
—Yo soy Little Roll.
Esa fue nuestra presentación. Roll llevaba el pelo corto, era morena, con los
ojos brillantes y oscuros como su cabello y digamos que sus medidas eran más que
generosas. La campana sonó y volvimos a clase. En los días sucesivos nos fuimos
conociendo mejor, hasta que al final quedamos un día para ir al cine.
Su madre nos pilló juntos por la calle y la mandó de vuelta a casa; parece ser que
debía estar en clase de guitarra y ella se había escaqueado.
Nos seguíamos cruzando en el patio, pero ya no era lo mismo que antes.
Terminó el instituto y pasé las vacaciones sin saber nada de ella hasta
septiembre. Retomamos el contacto y empezamos a salir de nuevo.
Un día caminando por la calle le pregunté:
—¿Roll, yo a ti te gusto? —Ella me respondió al instante que sí. En ese
momento mi vida cambió. Seguimos dando una vuelta y cuando llegamos a un sitio
poco concurrido, nos sentamos en una roca y nos besamos.
Fue raro, no sabíamos muy bien cómo hacerlo pero nos gustó. Desde ese
momento fuimos novios.
Pero algo fallaba en mí; cuando estaba con ella sentía una urgente necesidad
sexual, pero tenía que tener paciencia ya que era menor que yo (un año y medio menos).
Mi carácter se hacía cada vez más irritable hasta el punto de llegar a presionarla.
Yo no sabía qué me pasaba.
Habían pasado ya siete meses desde que la conocí y estaba enamorado de ella.
Un día quedamos, como siempre, pero ella parecía distinta... Al despedirla en el portal
de su casa cortó su relación conmigo y sin decir nada más me dejó allí solo.
Lo que sentí entonces no se lo deseo a nadie. La perdí y fue culpa mía; pensar
únicamente en el sexo había roto nuestra relación.
Empecé bachiller y allí hice nuevas compañías, como Aura, Kyle y Luca. Me
iba todo genial. Fue en segundo curso cuando conocí a una chica nueva llamada Lily
y comenzamos a salir. Lily llevaba su larga melena castaña suelta sobre los hombros
y sus ojos tenían un cierto aire místico. Lo que más me gustaba de ella era su sentido
del humor; lo pasábamos muy bien juntos, casi había logrado que me olvidara de Roll.
Días después yo cumplí los dieciocho. ¡Era mayor de edad! Aprovechando la ocasión
invité a Lily a dar una vuelta por el parque. Nos sentamos en un banco y comenzamos
a besarnos. Ya lo habíamos hecho antes pero el ambiente se caldeó y empezamos a
meternos mano. Ella jadeaba al igual que yo. Los pantalones me apretaban y entonces
deslicé la mano entre sus muslos. Ella gritó y yo me excité aún más.
Pero algo me estaba pasando. Mis músculos se tensaron y me quedé inmóvil
mientras un dolor inconfesable me azotaba la espalda. Perdí la vista.
Mientras ese dolor inenarrable se extendía por mi cuerpo solo podía escucharla gritar
mi nombre y suplicar ayuda. Todo quedó en silencio y recuperé de nuevo la visión.
Me encontraba boca arriba mirando al cielo. El dolor ya había desaparecido.
Me incorporé y me encontré desnudo.
Miré alrededor. Un reguero de sangre se extendía desde donde yo me encontraba
hasta un árbol cercano. La boca me sabía a metal. Me levanté y me acerqué hacia el
árbol.
Lily estaba allí, muerta.